La guerra en Israel y la defensa de Irán desde una perspectiva marxista

El reciente conflicto en Israel y la defensa que Irán ha mostrado hacia los movimientos palestinos no puede entenderse sin una mirada crítica desde la teoría marxista, que nos invita a situar esta guerra en el marco del capitalismo global, el imperialismo y la lucha de clases. La guerra no es solo un choque entre Estados o religiones, sino una expresión profunda de las contradicciones del sistema capitalista mundial, sus intereses geopolíticos y la resistencia de los pueblos frente a la opresión.

Como señaló Lenin en El imperialismo, fase superior del capitalismo (1917), el imperialismo es “la concentración de la producción y del capital que ha llegado a tal punto que ha creado monopolios que juegan un papel decisivo en la vida económica; la fusión del capital bancario con el capital industrial y la creación, sobre la base de este capital financiero, de un oligopolio financiero; la exportación de capitales, en contraste con la exportación de mercancías, adquiere una importancia especial; la formación de los monopolios internacionales que reparten el mundo entre ellos.” Este análisis es fundamental para comprender la dinámica de la guerra en Medio Oriente, donde potencias imperialistas disputan el control de recursos, rutas y mercados.

La ocupación israelí y las agresiones militares contra Palestina son parte de una estrategia imperialista que tiene como objetivo mantener la hegemonía de Estados Unidos y sus aliados en la región, asegurando el control sobre el petróleo, las rutas comerciales y la influencia política. El Estado de Israel, a pesar de su discurso democrático y liberal, funciona como un instrumento del imperialismo para reprimir las luchas de liberación nacional y sostener un régimen de segregación y colonialismo interno que recuerda al apartheid sudafricano.

Israel como enclave del imperialismo en Oriente Medio

Desde una perspectiva marxista, el Estado de Israel no puede analizarse aisladamente, sino como una herramienta geoestratégica del imperialismo occidental —especialmente del estadounidense— en una región clave para la acumulación capitalista. Su fundación, expansión territorial y constante militarización responden a una lógica de control regional que garantiza el acceso a recursos, mercados y estabilidad para el capital transnacional. Como señala Lenin, el imperialismo “no es más que la dominación del capital financiero y de los monopolios, que exigen en todas partes sumisión y no libertad”.

Israel funciona, en este sentido, como un Estado tapón y gendarme regional, cuyo poder militar sirve para reprimir no solo a los pueblos árabes, sino también a cualquier proyecto político que cuestione el orden neoliberal o proponga una vía de desarrollo independiente. La ocupación de Palestina, los bombardeos en Gaza y el bloqueo a toda forma de autodeterminación no son desviaciones del sistema, sino su expresión más cruda.

Esta alianza entre Israel y el capital global convierte cualquier intento de crítica en un tabú político en los países occidentales, especialmente en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, un análisis marxista exige identificar los intereses de clase que se ocultan bajo los discursos sobre seguridad, democracia o lucha contra el terrorismo: se trata, en realidad, de preservar la dominación de las potencias capitalistas sobre el Sur global.

Frantz Fanon, en Los condenados de la tierra (1961), afirmó que “la violencia es la escuela a la que el pueblo oprimido va a aprender la democracia.” Desde la perspectiva marxista y anticolonial, la resistencia palestina no es terrorismo ni barbarie, sino un acto legítimo de autodefensa y lucha de clases contra un sistema opresor que somete a un pueblo entero mediante la ocupación militar, el bloqueo económico y la negación de derechos fundamentales.

La defensa de Irán, por su parte, debe analizarse en el contexto de la resistencia antiimperialista que busca contrarrestar la dominación hegemónica de Estados Unidos y sus aliados en la región. A pesar de las sanciones económicas, el aislamiento diplomático y la constante amenaza militar, Irán ha sostenido un papel clave apoyando movimientos de liberación y resistencia como Hezbolá en Líbano o la resistencia palestina en Gaza y Cisjordania.

El marxismo nos recuerda que las luchas nacionales en los países dependientes están ligadas a las contradicciones del capitalismo mundial y que la emancipación social pasa por la unión de las luchas de liberación nacional con la lucha por la transformación socialista. Rosa Luxemburgo, en La revolución rusa (1918), decía que “la liberación de las naciones oprimidas es inseparable de la liberación del proletariado.” La resistencia de Irán no solo es un acto nacionalista sino una expresión de oposición al sistema capitalista-imperialista que explota y subyuga a los pueblos.

No podemos olvidar que el conflicto es también una guerra por los recursos naturales, especialmente el petróleo, que es un elemento clave para la acumulación capitalista. La región de Medio Oriente es una de las más estratégicas para el imperialismo global, lo que explica la feroz intervención de potencias extranjeras, la militarización constante y el respaldo a regímenes autoritarios que garantizan sus intereses. Como apuntaba David Harvey en El nuevo imperialismo (2003), “la geografía se ha convertido en una arena de disputas por el control de los recursos, mercados y fuerza de trabajo que define la naturaleza del imperialismo moderno.”

Por lo tanto, la guerra en Israel no puede analizarse solo como un conflicto local o religioso, sino como una expresión más del imperialismo capitalista y sus mecanismos de dominación. La defensa de Irán frente a la agresión imperialista se sitúa como un acto necesario para la supervivencia de las fuerzas antihegemónicas que buscan un mundo multipolar y justo.

Sin embargo, la perspectiva marxista también exige una crítica hacia los gobiernos y grupos que se escudan en la resistencia pero que reproducen lógicas autoritarias o excluyentes, alejándose del proyecto emancipador del socialismo. La defensa de la justicia social, la igualdad y la democracia popular deben ser los pilares de cualquier lucha de liberación, para no caer en la trampa de sustituir un opresor por otro.

Finalmente, el conflicto en Israel y la defensa de Irán deben ser una llamada para la solidaridad internacionalista del proletariado y los pueblos del mundo, para frenar la escalada de violencia y construir alternativas al capitalismo imperialista que generan estas guerras. Como afirmaba Karl Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte (1852), “los proletarios no tienen patria, porque su patria es el mundo entero.” Solo desde la unidad global de las clases explotadas será posible superar la barbarie de la guerra y construir una sociedad basada en la justicia, la igualdad y la paz.

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